Los Ríos Voladores traen Agua y la Deforestación le corta las Alas!

Gérard Moss, científico y piloto suizo, junto su esposa Margi (Kenia), descubrieron como el agua recircula, desde el Atlántico y la selva amazónica, en pequeñas gotas cargadas por las corrientes de aire, para luego precipitarse en gran parte de América del Sur.

En 2007 Moss, junto a la Fundación Brasileña para el Desarrollo Sustentable (FBDS) crearon el proyecto consistente en seguir en avión las corrientes de humedad para detectar sus rutas y su origen: la Amazonía y el mar. Según sus investigaciones, cada árbol transpira unos 300 litros de agua por día, que suben a la atmósfera y pasan a constituir los “ríos voladores”. Por otro lado, un estudio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) indica que la mayor selva del mundo entrega cada día 20 mil millones de toneladas de agua en forma de vapor.

De acuerdo con entrevistas recientes al científico suizo, cada gota en las nubes “tiene su ADN», es decir, se puede saber si provienen de la evapotranspiración de los bosques o del mar. Tras estudiar 2.000 muestras, analizadas por el Centro de Energía Nuclear en la Agricultura de Brasil, Gérard concluyó que la selva amazónica es responsable de gran parte de la caída de agua también en Bolivia, Uruguay, Paraguay y norte de Argentina.

La FBDS comprobó que los Andes actúan como barrera para que las lluvias se concentren en la región centro y este de Sudamérica y no pasen hacia el Pacífico, lo que produce las condiciones propicias para que crezcan los pastos para el ganado y la región pueda exportar carnes, así como cereales, azúcar, frutas, café y soya.

La peligrosa desertificación 

En el mundo los vientos en general se dirigen de trópico a Ecuador, privando de humedad a zonas que se han transformado en los desiertos de Atacama, Namibia, Sahara, centro de Australia y sur de Estados Unidos. En Sudamérica, en cambio – excepto el norte de Chile – los vientos son húmedos gracias al agua aportada por el sistema amazónico.

Pero, la deforestación frena el ciclo hídrico y promueve el avance de tierras secas y estériles por sobre las fértiles. El INPE advirtió, en un informe en su web, que el corte de bosques disminuye las lluvias, ya que la floresta emite vapores orgánicos que provocan la condensación y caída del agua. A esto se suman las quemas de bosques y pastizales para abrir la tierra a la agricultura intensiva, que al emanar ceniza y polvo también frenan las precipitaciones.

Según Moss, una prueba contundente de que estos ríos voladores existen es que al haber más deforestación y por ende menos precipitaciones, en las regiones lejos de la Amazonía como el estado de Rio Grande do Sul, aumenta la desertificación. Y así, las corrientes de aire llevan menos humedad hacia el resto del continente.

¿Qué hacer?

Combatir la “sabanización” de la selva amazónica es el principal objetivo según los expertos, dado que este tipo de clima es más seco y con mucho menos lluvias.

La meta brasileña para 2020 de reducir la deforestación al 80 % es pobre, según el INPE, puesto que ya se han arrasado más de 600.000 kilómetros cuadrados. Para ese entonces, la menor generación de lluvias por parte de la selva y el avance de la sequía van a restringir las tierras cultivables. Brasil, al ser un gran exportador de alimentos, incide con su producción en el precio en el mercado mundial. Una importante reducción de esta producción va a generar otro incremento en los valores, lo que causaría una mayor hambruna a nivel planetario. Más aún, si Brasil, como Argentina y Paraguay destina buena parte de su tierra a monocultivos, como la soya, que requiere de bastante humedad en el suelo.

Moss, entre muchos estudiosos de diversas áreas, garantizan que la reforestación (incluida la arborización urbana) es la única forma de recuperar el ciclo del agua y detener la desertificación, de la cual aún no se conoce el punto sin retorno. Para ello, las autoridades y organizaciones civiles deberán hacer frente a los poderosos terratenientes locales, que cuentan con varias bancas en el parlamento y con el lobby agrícola internacional, que en Brasil posee tierras que les aportan los granos que transforman en alimentos transgénicos.

De cualquier forma, si no se detiene la tala en el Amazonas, y por extensión todos los bosques del planeta, aunque sea en contra de los intereses de algunos, demasiadas cosas esenciales para la vida y la felicidad que ahora damos por sentado sólo serán recuerdos.

© Texto y traducción de ilustración: Diego Weissel – Basado en la publicación y original de «Árvore, Ser Tecnológico» por Patrícia Kalil y Tom Bojarczuk inspirados y guiados por el investigador y científico Antonio Donato Nobre.

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